miércoles, 24 de septiembre de 2014

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    22 de diciembre de 2012

    Navidad. Después de los meses de verano, era el período de tiempo más largo que Natalia pasaba en casa, en Murias de Paredes, un pueblo de apenas quinientos habitantes de la provincia de León. El autobús de línea hizo su única parada y ella bajó. Allí la esperaban Toni, con aquel viejo Citroën Méhari naranja y sin techo que no se rompía nunca, y Eve —en realidad fue Evencia lo que dijo el páter en la pila de bautismo, si bien es cierto que es nombre más del agrado de los padres que de la hija—. Su casa no estaba lejos —nada estaba lejos en un pueblo de quinientos habitantes—, aun así, Natalia puso las maletas en la parte de atrás del coche, se acomodó junto a ellas mientras sus amigos ocupaban las plazas delanteras, y aprovecharon el trayecto para ponerse al día. Ella estudiaba Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, Eve Bellas Artes en la de Salamanca y Toni se ocupaba de pastorear el ganado de su familia: tenían muchas cosas que contarse los unos a los otros. Más de las que daba tiempo en los diez minutos que tardaron en llegar y verse obligados a posponer la charla para el día siguiente.

La fábrica de bombillas


    Acababa de empezar la Gran Guerra en Europa cuando, encontrándome en el ejercicio de buscar una ocupación remunerada, una noche soñé que un hombre de indumentaria pintoresca llamaba a mi puerta y me entregaba una carta igual de pintoresca que él, o que el conjunto de ambos. El sobre era del mismo color naranja intenso que su traje, la misiva era de color amarillo, también intenso, a juego con su camisa y su chistera, y estaba escrita con letras blancas, el mismo color que su corbata. Una combinación de colores que uno no elegiría para tal empresa, me refiero a la de la carta, por supuesto, cuyo objetivo era ser leída. Supongo que esas reglas no se dan en los sueños, en ellos puedes escribir blanco sobre amarillo y se podrá leer sin que a uno le hagan los ojos chiribitas. Y eso hice, la leí. Decía así:
    Ha sido seleccionado para trabajar en la fábrica de bombillas.
    Espero que la noticia le sea grata. Lea las condiciones descritas más abajo y, si está de acuerdo, firme donde pone su nombre. Si lo hace, me pondré en contacto con usted a la mayor brevedad posible.
    Tenga usted buen sueño.
    Atentamente: Jairo.

sábado, 21 de junio de 2014

Glaucoma de cuatro pulgadas


Hola.
Lo pasé muy bien la otra noche.


Yo también.


Tengo ganas de verte otra vez.


Y yo.


¿Por la tarde?

Búho se cree el ladrón hasta que el búho le muestra su error


    El dolor de cabeza parecía no querer remitir y no podía tomar más analgésicos sin asumir los riesgos que advertía el prospecto. También me dolía el pecho, un dolor punzante por debajo del pectoral izquierdo al hinchar los pulmones. Si no lo hubiesen descartado las radiografías, habría apostado por alguna costilla rota. Me hubiera gustado atender al capitán Gonzales en otro momento, pero él llamó al timbre esa noche. Esperaba su visita, desde luego, pero tal vez en los días siguientes, no tan pronto. Ni tan tarde. Tuvo el mal gusto de presentarse pasadas las diez.
    —Capitán Gonzales, ¿ocurre algo? —dije al abrir la puerta y escrutarle de arriba abajo frunciendo el ceño, extrañado por su indumentaria: pantalón y camiseta blanca, pañuelo rojo al cuello y sombrero amarillo.
    —Buenas noches, don Ricardo. No, no pasa nada, puede estar tranquilo —contestó con su marcado acento mexicano—. Nomás que ahorita mismo salí de una fiesta aquí al lado y me pareció buena idea pasar a darle esto. —Extendió la mano y me entregó una cartera—. Pensé que podría necesitar la documentación.

El efecto de las microondas sobre...


   —¡Oh!, no, profesor, se lo suplico. Si lo que va a decir usted a continuación contiene la expresión “el efecto de las microondas sobre…”, ahórreselo —se anticipó el Rector dejando con la palabra en la boca al profesor Serra.
    —Pero es mi especialidad —contestó este contrariado.
    —Si, bueno. Pues búsquese otra especialidad. Tengo un archivo lleno de estudios sobre los efectos de las microondas en todo tipo de cosas, a cuál más inútil, ¡maldita sea! —dijo señalando un mueble de considerable tamaño a su derecha—. A esta Universidad no le sobra el dinero… —hizo una pausa y se frotó los ojos—. No me lo ponga más difícil, sabe que firmaría estos papeles si pudiera —señaló de nuevo—, pero no me llega el presupuesto para todos. Financiaremos la mitad este año, así que apresúrese y presente algo que lo merezca antes de que termine la semana.

    El profesor se levantó con resignación, recogió su proyecto de la mesa y salió del despacho. «Búsquese otra especialidad» —le había dicho—. «Búsquese usted un laxante que le funcione» —pensó con desdén—, y lo tiró a una papelera.

jueves, 19 de junio de 2014

Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena parte


    Mi nombre es Andrés y, aunque el uso de la palabra escrita esquiva mis intenciones, en las próximas líneas, con la ayuda de alguien más ducho en la elección y disposición de éstas, les participaré de tan crucial episodio en mi vida que no habla sino de héroes. Pero no adelantemos acontecimientos.
    Soy natural de Bailén, pueblo de la provincia de Jaén de no más habitantes que cabezas de ganado… sí, tal vez eso sea exagerar. Diré el número de tres mil, andaluz arriba, andaluz abajo, y Vds. se harán idea. Aquí celebré mi primer aniversario, el segundo, el tercero y todos desde que naciera allá en el noventa y ocho, a mediados de abril. También el décimo, donde debería estar, a mi parecer, el principio por el que toda historia ha de empezar.

Conóceme

David Pascual González
Aficionado a escribir
davidpascualgonzalez@hotmail.com

Seré breve.
Me llamo David, obvio, lo sé, lo pone ahí arriba, así soy yo, proporciono información inútil y luego lo comento con el único propósito de alargar esta biografía y parecer interesante. Por cierto, lo comento y no la comento porque se refiere al hecho de proporcionar la información, inútil, recordémoslo, y no a la información en sí, en cuyo caso sí sería la comento. Otras dos líneas. Aunque esta información no era inútil, seguro que alguien saca provecho de ella. Y una más.
A lo que iba, me llamo David y nací en el setenta y cuatro, no pongo el siglo por no incurrir en más información inútil, si la necesitas, por favor, no pierdas tu tiempo en este blog, no es para ti. Estudié E.G.B., Construcciones Metálicas, Sonido Profesional y Diseño Gráfico.
He trabajado como pastelero, panadero y camarero de habitaciones en un hotel cuyo nombre no diré antes de hacerme el remolón y así rellenar un poco más. También he sido prensador,  ¿no he dicho el nombre del hotel?: Meliá Castilla. Repartidor de cerveza, de la que no mencionaré la marca para que el texto no resulte, además de soso y poco interesante, repetitivo. De nada. Cinco estrellas, por cierto. El hotel. He sido diseñador gráfico y Dj, ocupaciones que he dejado para el final a propósito y sin tener en cuenta la cronología en la que se han producido porque he oído que el orden en que se citan está relacionado con el recuerdo que permanece de ellas en la memoria del lector. O puede que me lo esté inventando para rellenar.
Actualmente trabajo como carretillero en el almacén central de una conocida cadena de supermercados lidl digo líder en su sector cuyo nombre no voy a decir para añadir algo de misterio, que eso deja huella.
Entre otras muchas cosas me gusta escribir. No me considero escritor... venga, lo dejo ahí. Iba a decir que no me considero escritor de género, pero es que escritor es una palabra que me pone a la altura de... bueno, de los escritores, cuando yo solo soy aficionado. El caso es que no me gusta escribir un género en concreto, me gusta mucho la fantasía, pero quizá no en el sentido que se espera: magos, elfos, etc., sino en el de crear cosas o situaciones que no existen. Unas veces me valgo de la ciencia y especulo con ella, otras de la imaginación e invento cosas imposibles o mágicas. También me gustan las tramas complejas y/o retorcidas. Supongo que eso podría describir con bastante acierto mis trabajos. O no. Tal vez la percepción que tengo de mí mismo esté un poco comprometida, aunque con lo encantador, maravilloso, estupendo, asombroso, fantástico, prodigioso, admirable, portentoso, sorprendente, pasmoso, extraordinario, magnífico e increíble que soy es poco probable. En cualquier caso, no dejes que yo opine por ti, lee y saca tus propias conclusiones.