miércoles, 30 de agosto de 2017

Crónicas de Imaginadantia: La puerta




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            Oscuridad.
            Las paredes se estremecen cada cuatro segundos, tremolan, se desencajan y vuelven a encajarse una vez y otra. Cada respiración es una sacudida que hace temblar el suelo que hay debajo de su cama hasta que el sol asoma por el horizonte, toca una ventana, la persiana de esta salta como un resorte y la luz se hace.
            Un hombre se despereza bajo las sábanas, las retira hacia atrás con un gesto vigoroso y se levanta de un salto. Es muy alto y muy arrugado. Su cabeza es desproporcionadamente grande comparada con el resto del cuerpo y su cuello casi inexistente, da la impresión de que aquella le saliera directamente de los hombros. Camina ligeramente encorvado, aunque es muy veloz para la fragilidad que transmite su aspecto. Se asea con meticulosidad y se viste con un traje de rayas blancas y negras. Las rayas son curvas y desiguales, no siguen un patrón determinado y se mueven con hipnotismo. Desayuna con glotonería y sale al exterior donde se despereza de nuevo, fuerte, como si fueran a crecerle los brazos. Mira hacia arriba y se sobresalta al no encontrar lo que busca. Otea los alrededores con ansiedad hasta que se detiene en un punto y resopla aliviado: lo ha encontrado. Pero se está moviendo y debe seguirlo. Entra en la casa y activa varios interruptores de palanca bastante voluminosos. Unos mecanismos en las vigas escupen vapor a presión y silban con violencia. Las vigas crujen y salen de la tierra, despacio, liberando la casa, que flota en el aire a medio metro del suelo. El hombre sale de nuevo al exterior, mira hacia arriba para asegurarse y rodea la casa con determinación para empujarla en la dirección correcta.